lunes, septiembre 10, 2007

Manual del buen conversador

Llega un punto en que uno ya no sabe nada, aparte del chiste de los 2 ceros en el desierto.

El verano se esfuma como se esfuma todo (todo lo que merece la pena).

(Ergo, el verano es cosa buena).

Sí, he soñado en que andábamos juntos, a nuestro aire.

Y sí, esto de soñarte no se trataría de una señal, y ni de un prodigio ni cosa excepcional, de acuerdo:

No se trata de un capricho milagroso, entonces, verse, encontrarse y abrazarse en sueños.

Por el contrario, se trataría de algo muy lógico y natural, teniendo en cuenta la significativa variación en mi dieta alimentaria.

Dos puntos:

Confieso que le estoy dando casi abusivamente a la proteína marina, sí.

Estoy persuadido de que en cuestión de calcio las algas son 10 veces más pródigas que la leche de vaca pasteurizada y sin pasteurizar.

Opino según mi particular experiencia que no está contraindicado cenar pesca sicoactiva, puesto que no considero perjudicial soñar y aún menos tener memoria de lo que se sueña.

Y sí, admito que no todos los sueños que se recuerdan son necesariamente agradables, pero me niego a aceptar que sean perjudiciales ni contraproducentes, sino todo lo contrario.

(Continuará…)

El caso es que, en lo que nos ocupa, Alfa y Omega se encontraban de vacaciones, en un lugar cercano y confortable, tan tranquilamente, en contra de todas las leyes de la gravedad y la tipificación del código penal (en materia de política familiar, en primer lugar).

El sitio era muy muy muy agradable, a pesar de que fuera de pago y, sobre todo, lo mejor es que estaba regido por una inflexible vestal, viuda ella y madre de una flota adolescente, y un tanto reseca ya por la soledad y el esfuerzo.

Y sí, bastaba reparar en su mirada, para saber que allí permanecía el genio generoso y entregado, se supone que a la eterna promesa del amor…

En todo caso, ésa era su casa, que la abría y brindaba como mejor le parecía, teniendo en cuenta las circunstancias; y, en medio de esas circunstancias y favorecidos por ellas, Alfa y Omega eran sus huéspedes; por un tiempo que se diría único, irrepetible, netamente improbable…

Hum hum…

La noche ha sido como la llegada de la caravana al oasis, con sus demasiado cortas horas para satisfacer tanta sed.

Las horas han resultado parcas para el encuentro. A pesar de las muchas señales y marcas, también han sido muchas las voces y caricias que se han quedado en la cola, sin llegar a ser atendidas ni tenidas en cuenta.

Alfa y Omega ya antes habían acordado en que habría de haber una noche, y que esa noche sería definitiva, sin dejar ningún resquicio sin esclarecer ni eliminar, pero a pesar de ello reconocen a la primera que este amanecer del sueño tiene sentido.

Tiene sentido, p ej, que justo detrás de la habitación discurra un limpio arroyo al que poder descender para lavarse, y luego poder sentarse con los pies sumergidos en la vivificante corriente, mientras se oyen los murmullos, rumores y clamores entre la vegetación del bosque cercano.

Mientras se alivian en el agua fría, Alfa y Omega se contemplan; como si fuera por primera vez; (y es éste el punto fuerte del sueño, con los cambiantes colores de fondo de los ojos de la anfitriona).

Las paredes exteriores de la habitación resultaban ser algo así como una jaula colgante sobre el arroyo, perdiéndose en el bosque como un nido más. Puedo reconocer un lugar parecido, en el que los blancos miradores de esqueleto se interponen en medio del bosque (o en esa selva que mucho suele resultar ser el sendero común).

En fin, para tu tranquilidad, te diré que también he tenido otros sueños; y que se trataba de sueños muy muy muy desagradables, pero que también me interesaban mucho.

Resúmen provisonal: Me interesan los sueños y me interesas tú.

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