sábado, septiembre 15, 2007

Para siempre…

Muere lentamente
quien evita una pasión y su remolino
de emociones…

Pablo Neruda



Tal día como hoy, hace 14 años, moría en Lyon, donde había establecido su residencia, Anna Moana Rosa Pozi, más conocida como Moana Pozzi.

Víctima de una dolencia que acabó con ella en cuestión de meses, desaparecía de esta manera a los 33 años, en pleno esplendor de su belleza y también de su carrera profesional, ambas estrechamente emparejadas, igualmente singulares e irrepetibles ambas también.

Nacida en Génova el 27 de Abril de 1961 en el seno de una respetable familia de clase media y muy primorosa y católicamente educada en las buenas costumbres, nada en su vida parecía anticipar que un buen día fuera a iniciar una fulgurante carrera de actriz que muy pronto la convertiría en una popularísima "pornostar".



—Recuerdo mi infancia como un periodo tranquilo y sin problemas —declaraba la actriz—. Mis padres eran afectuosos y atentos a mis necesidades y a las de mi hermana Mima, dos años más joven que yo. Mi madre me ayudaba a corregir mis deberes y se preocupaba de que siempre estuviéramos formales y bien vestidas. Mi padre procuraba aconsejarme buenas lecturas, todos los domingos nos llevaba a misa y luego a comprar la pasta. Entre nosotros había una gran armonía, pero ¡cuidado con hablar de sexo! Era el único tema tabú. Cuando empecé a interesarme por los chicos obviamente la atmósfera cambió, y se volvieron posesivos y severos, aterrorizados de que yo pudiera mantener relaciones sexuales. No me permitían salir por la noche y yo me escapaba por la ventana, me prohibían leer libros picantes (Moravia era considerado obsceno) y yo lo hacía a escondidas, me obligaban a vestirme de colegiala y yo, en cuanto salía de casa, corría a donde una amiga a ponerme tacones altos. No veía la hora de hacerme mayor y ser finalmente libre! [1]

Sus compañeros de reparto la solían retratar como una mujer interesada y fría, capaz de estar limándose las uñas durante el rodaje de una escena de sexo si el encuadre de la cámara se lo permitía. [2]

También fue perseguida, tanto judicialmente, por cuestiones de escándalo público y obscenidad, como por las feministas, que la acusaban de ser una mujer objeto.

—Las feministas (qué estúpidas) —se defendía— me acusan de ser una mujer objeto porque en mi trabajo de pornostar me presto a todas las fantasías de los hombres (que también pueden ser las de las mujeres). Yo en cambio no me siento usada y me resulta placentero representar el sexo en todas sus formas. Para mi la mujer objeto es el ama de casa que lava, cose, plancha y cocina para la familia, muy a menudo con escasas satisfacciones. [3]

Su público, en cambio, la adoraba incondicionalmente.

Un público amplio y variado, sin duda, entre el que se incluía el polifacético intelectual Umberto Eco, quien recomendaba acudir al espectáculo de la diva si un@ se sentía en la necesidad de ampliar nociones acerca de la cuestión erótica.



La primera vez que tuve noticia suya fue en una comedia italiana que ponían en alguna tele y de la que su turbadora presencia es la única cosa que recuerdo:

En un momento dado aparecía desnuda frente a la cámara, primero de pie, apoyada contra la pared, y luego en cuclillas, estática y en silencio, mirando indiferente al objetivo en lo que era una prolongada exhibición.

Aquello fue suficiente para que empezara una búsqueda que no era a ciegas, precisamente, pero sí bastante errática, sin siquiera el dato de un nombre; hasta que años después reapareció en un vídeo porno en lo que lo único brillante era su ahora todavía más turbadora presencia.

Estaba claro que mediaban algunos años y muchas cosas entre una y otra aparición, pero allí estaba otra vez y también se podía ver que en el intervalo había crecido.

En cuanto a aquellas películas, estaba claro que en aquellas encerronas la única posibilidad de brillar y destacarse era ser como ella, sencillamente, ya que la masiva y sofocante sordidez ambiental hacía que se esfumara cualquier otro cosa que únicamente fuera conato y no algo con un sentido bien autónomo y firme.

Desde este punto de vista Moana Pozzi destacaba con una luz propia que la sitúa en primera fila dentro del rango de figuras excepcionales de este panorama expresivo, junto a otros personalidades de las que quizás se podrá tratar en otra ocasión, haciendo de ella la diva que sigue siendo.

Dentro de la progresión de su carrera, tampoco faltó una breve incursión en el extrañísimo panorama de la política italiana (!!!), junto a Ilona Staller, más conocida como Cicciolina, y que pasó sin otra pena ni gloria que servir para aumentar aún más su ya bien significativa popularidad.

Y el siguiente paso en esta progresión fue el salto a Estados Unidos, lo que supuso una mejora sustancial de su cotización profesional, sin duda, así como una mejora aparente en la calidad de las producciones en las que intervino.

Una mejora aparente, ya que nada nuevo ni más interesante añadió a su bien establecida significación icónica.

Desde lo que uno conoce, de ese periodo hay un único plano que consigue trascender la característica monotonía industrial del sistema de producción norteamericano, para convertirse en algo revelador; y que tiene todos los visos de ser un "accidente", algo completamente ajeno a las romas condiciones de ese tipo de planificación:

En un momento dado resulta que la cámara sigue en funcionamiento después del rodaje de una escena, de modo que se puede ver a sus participantes, 2 ó 3 hombres y alguna mujer, mientras se recuperan en el set, tumbados y sesteando aquí y allá por los sofás.

Tras una pausa larga, la cámara se mueve hacia abajo, tanteando para ajustar el encuadre, centrándose en la única figura que yace en el suelo y que es también la única que da muestras de estar despierta: Moana, que está recostada y con la cabeza apoyada sobre un brazo como si estuviera a la espera, dispuesta para continuar.

Moana repara en el movimiento y luego de hacer un gesto cómplice con la mirada, dirigido en primera instancia al operario de la cámara, modifica la posición de su pierna para ofrecer un plano más completo de sus muslos y trasero.



Aparte de este hallazgo, aun a pesar de su precariedad técnica y de medios, unida a su inapelable crudeza de planteamientos, sin duda que la parte más significativa de la producción de Moana Pozzi es la que hace en Europa; muy seguramente y también muy precisamente porque tales condiciones hacen que emerja con más claridad lo que de singularmente carismático tenía ésta que no dudaré en calificar de artista, ya que no de actriz.

—Muchos me dicen: "Eres una puta, una prostituta pública". No me importa lo que la gente piense de mí, aunque tampoco veo nada grave en ser una puta. [4]

Lo que parece imposible negarle es que, fiel a su divisa —"Vive como si tuvieras que morir mañana y piensa como si nunca tuvieras que morir" [5]—, Moana Pozzi se volcó de lleno en conquistar su independencia, que pasaba por ganar mucho dinero:

—Me gusta contemplarlo, tocarlo, gastarlo e ingresarlo en el banco (es de buen genovés ser ahorrador). Es para mí el medio para poder hacer y tener casi todas las cosas que deseo. Sin dinero no me siento tranquila ni feliz. [6]

Para ella pecado eran otras cosas:

—Para mí lo prohibido es: No experimentar todo eso que nos produce curiosidad, tener demasiada confianza en los demás, no saberse dejar llevar por los sentimientos y las pasiones, no mantener el propio cuerpo en buena forma, maltratar los animales y las plantas, dejarse atrapar por la tristeza más de una vez a la semana… [7]

3 eran sus mayores temores: el sufrimiento físico, envejecer y depender afectivamente de alguien. [8]

—Pienso en la vejez con horror y no consigo encontrarle ningún aspecto agradable o constructivo. Las únicas cosas que me trae a la mente son la decadencia física y la muerte. [9]

En cuanto a la muerte:

—Morir no me causa temor, sólo temo el sufrimiento físico. Cuando suceda, deseo ser incinerada, no quiero funerales, lápidas ni fotografías. Mis cenizas habrán de ser esparcidas en el mar.[10]

En el lugar donde fue concebida y del que sus padres tomaron su nombre para bautizarla, Moana, ya que en hawaiano significa "mar abierto", "oceano"…





Citas textuales:

[1] Ricordo la mia infanzia come un periodo sereno e senza problemi. I miei genitori erano affettuosi e attenti ai miei bisogni e a quelli di mia sorella Mima, di due anni più giovane. Mia madre ci aiutava a correggere i miei compiti e si preoccupava che fossimo sempre in ordine e ben vestite. Mio padre cercava di consigliarci buone letture, tutte le domeniche ci portava a Messa e dopo a comperare le paste. tra di noi c'era una grande armonia ma guai a parlare di sesso! Era l'unico argomento tabù. Quando cominciai ad interessarmi ai ragazzi ovviamente l'atmosfera cambiò, i miei diventavano possessivi e severi, terrorizzati dalla possibilità che io potessi avere dei rapporti sessuali. Di sera non mi facevano uscire e io scappavo dalla finestra, mi proibivano di leggere libri spinti (Moravia era considerato osceno) e io lo facevo di nascosto, mi obbligavano a vestire da collegiale e io, uscita da casa, correvo da una mia amica a mettermi minigonna e tacchi alti. Non vedevo l'ora di diventare maggiorenne e di essere finalmente libera!

[2] Sembrava non accorgersi di nulla. Se la telecamera la inquadrava solo nelle parti intime era capace di limarsi le unghie. Quello che avveniva dentro la sua vagina sembrava non riguardarla. 

[3] Le femministe (quelle stupide) mi accusano di essere una donna oggetto perchè nel mio lavoro di pornostar mi presto a tutte le fantasie sessuali degli uomini (che poi sono anche quelle delle donne). Io invece non mi sento usata e mi piace rappresentare il sesso in tutte le sue forme. Per me la donna oggetto è la casalinga che lava, cuce, stira e cucina per la famiglia, molto spesso con poche gratificazioni.
(Roberto Malone)]

[4] Molti mi dicono:"Sei una puttana, una prostituta pubblica". Non mi importa di quello che la gente pensa di me e comunque nell'essere una puttana non ci vedo niente di male.

[4] Vivi come se dovessi morire domani e pensa come se non dovessi morire mai.

[5] Mi piace guadagnarlo, toccarlo, spenderlo e metterlo in banca (da buona genovese sono piuttosto parsimoniosa). Per me è il mezzo per poter fare e avere quasi tutte le cose che desidero. Senza soldi non mi sento né tranquilla ne felice.

[6] Molti mi dicono:"Sei una puttana, una prostituta pubblica". Non mi importa di quello che la gente pensa di me e comunque nell'essere una puttana non ci vedo niente di male.

[7] Per me è proibito: non sperimentare tutto ciò che ci incuriosisce, avere troppa fiducia negli altri, non sapersi lasciare andare ai sentimenti e alle passioni, non tenere in forma il proprio corpo, maltrattare gli animali e le piante, lasciarsi prendere dalla tristezza per più di una volta alla settimana.

[8] Mi spaventano solo tre cose: la sofferenza fisica, la vecchiaia e la dipendenza affettiva da una persona.

[9] Penso alla vecchiaia con orrore e non riesco a trovarci nessun aspetto piacevole o costruttivo. Le uniche cose che mi fa venire in mente sono il decadimento fisico e la morte.

[10] Morire non mi fa paura, temo solo la sofferenza fisica. Quando succederà desidero essere cremata, non voglio il funerale, lapidi e fotografie. Le mie ceneri dovranno essere sparse nel mare.

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